que yo te he ofrecido a tí
un matrimonio sagrado.
No más porque me enamoro
se ponen a dar querella
total, las palmas son más altas
y los puercos comen de ellas.
No quieren que yo te quiera
me tienen impedimento
y no me dejan salir
de la puerta al aposento."
Juan Luis Guerra
La intrínseca mentira de ser feliz
¿Recuerdas aquella noche de frío ?
Estaba helado, una brisa fresca nos recordaba donde estabamos. Dijiste que querias sentarte y yo no supe hacer otra cosa que coger la banca que de milagro apareció a un tu lado. Tú mirabas y hablabas, yo miraba y escuchaba, tu reías y yo reía, tu seguías mirando y yo veía como el mar se desbordaba, veía las olas crecer y acercarse para luego desaparecer entre otras que reventaban a nuestros pies.
La arena temblaba no se si de frío, no se si de miedo; tu reías y el mundo daba vueltas sobre mi hombro derecho. La ola se acercaba inexorable, temible, quejumbrosa coronada por una luz de quien sabe que realidad. Desaparecía para aparecer más temible al segundo exacto de tu risa, inundando mis miedos, punzante y majestuosa.
Dijiste que nacía la amistad y yo la a ví crecer y morir junto a la ola que se paseaba frente a mis ojos y que como ella, renacía a cada instante. Temíamos que se acabara como se acaba la noche, temimos y nos reímos del temor. Pensé en disparates propios de la locura, pero me dí cuenta de que todo es locura y realidad, verdad y mentira, la mentira eterna de que intrínsecamente estamos destinados a la felicidad... yo lo creí.
¿Recuerdas aquella noche de frío?